Temprano la mañana de Navidad, miles de vecinos se reunieron en la plaza principal de Santo Tomás, ataviados con trajes muy elaborados, bailaban música regional y compartían la comida.
Mientras otros se unían desde sus casas, la multitud desfiló hacia el coliseo de luchas del pueblo, donde miles de participantes y espectadores —llegados de pueblos cercanos— ya esperaban el inicio de las peleas.
En el estadio, desde las gradas superiores, los espectadores bebían y comían mientras alentaban a los principales peleadores de su región. Varios hombres, envalentonados por el alcohol formaron sus propios círculos de pelea. Aunque algunos participantes se disponían a resolver agravios verdaderos, otros parecían pelear solo por deporte.
Las festividades continuaron un segundo día en el pueblo cercano de Llique, donde las peleas se realizaban en extensas pampas con pasto.