¿Tenéis una pistola?’. El 2 de agosto de 2007 Juan Carlos Navarro estaba histérico en el hotel de concentración de la Selección en San Fernando. Quedaban menos de 24 horas para agotar el plazo que le había dado el FC Barcelona para resolver su futuro y los Grizzlies no encontraban un acuerdo con Washington, la franquicia que tenía sus derechos desde el draft de 2002. Pau Gasol, el principal artífice de que ‘La Bomba’ por fin se decidiera a probar la NBA, pasaba horas al teléfono intentando convencer a Memphis de que subiera la apuesta por su ‘otro hermano’.
Volver al Barcelona de Dusko Ivanovic no era una opción. Esta escena la rescata el periodista Luis Fernando López en ‘Estos maravillosos años’, un excelente relato íntimo de la generación de los júniors de oro. En realidad la fecha límite había sido inicialmente el 25 de julio, el día antes de empezar la concentración para el EuroBasket que ese verano organizaba España, pero la dureza de Ernie Grunfeld en las negociaciones había obligado a dar un poco más de cuerda. Washington acababa de renovar a DeShawn Stevenson y había elegido a Nick Young en el draft.
Navarro no tenía sitio, pero los Wizards sabían su valor. Según el Washington Post, hasta cinco equipos se habían interesado por ‘La Bomba’. Uno eran los Miami Heat, que ya habían preguntado en veranos anteriores. A mediados de julio Pat Riley había viajado a Barcelona, presuntamente para tantear a Navarro, pero los Wizards no iban a traspasarlo a un rival de la División Suroeste. La única opción real eran los Grizzlies, porque de hecho tampoco cabía una marcha atrás. “No hay ninguna posibilidad de que siga en el Barça. La decisión está tomada, me quiero ir”. Pesaban más sus ganas de probarse en la NBA, compartir aventura con Pau y dejar atrás a Dusko Ivanovic y un Barcelona en crisis. En los últimos tres años sólo había ganado una Copa.
Pau Gasol era su gran valedor en Memphis, pero a su vez Navarro era su única motivación para quedarse en los Grizzlies. La temporada anterior el pívot de Sant Boi había pedido públicamente el traspaso. Las tres veces que se habían metido en playoffs habían caído por 4-0 en primera ronda. Memphis se había deshecho de Shane Battier, otro de los pilares del equipo. Los meses que se había perdido por la fractura en el pie que sufrió en el Mundial condenaron las opciones del equipo. Y no habíhecho buenas migas con Tony Barone, su quinto entrenador en seis años. “Es difícil mantener la concentración durante 48 minutos con el nivel de frustración tan alto a nuestro alrededor”, llegó a decir.
Los Grizzlies no le dejaron marcharse, pero a cambio Pau ganó peso en las decisiones de la franquicia. Aquel verano de 2007 Memphis había contratado a Marc Iavaroni, asistente de Mike D’Antoni en los Phoenix Suns –y exjugador del Caja Ronda, todo hay que decirlo–. Cuando el nuevo entrenador viajó a Barcelona para entrevistarse con su nueva estrella, Gasol volvió a recomendar el fichaje de Juan Carlos Navarro. «Yo siempre dejo caer su nombre. Si viniera me daría una alegría. No tendría mucho sentido entonces que él llegara al equipo y yo pidiera el traspaso». En el hotel Bahía Sur de San Fernando, Gasol no paraba de hablar por teléfono con los Grizzlies mientras Navarro se subía por las paredes. ‘¿Tenéis una pistola?’.
A principios de verano Navarro se había reunido con el presidente Joan Laporta para que le facilitara la salida del club al que había pertenecido desde que entró como infantil en 1992. El presidente del FC Barcelona rebajó su cláusula de 10 millones de euros a 3.5. Las franquicias de la NBA sólo podían ‘ayudar’ con 500.000 dólares sin que contara para el límite salarial. El resto tendría que ponerlo el jugador. Ése también era uno de los problemas aquel 2 de agosto. Ese verano se llegó a publicar que los Grizzlies habían ofrecido 18 millones por tres años a Theo Papaloukas, la otra gran estrella europea del momento. Pero, al menos para Juan Carlos, la realidad fue bien distinta.
Las cantidades estaban muy por debajo de lo que esperaba y se acabó resignando a la idea de firmar por una sola temporada, con la esperanza de hacerlo bien y aspirar a ofertas mejores al año siguiente. Los Grizzlies consiguieron finalmente sus derechos a cambio de una primera ronda protegida (para curiosos, Memphis recuperaría el pick dos años más tarde en el traspaso de Javaris Crittenton y elegiría a Xavier Henry con el número 12 del draft de 2010). Y el 3 de agosto, sobre la bocina, ‘La Bomba’ llegó a un acuerdo con la franquicia: firmaría un contrato de un año por 540.000 dólares brutos, uno de los peores de aquella NBA.
Navarro no pudo vestir su dorsal 11 en los Memphis Grizzlies porque era el que había elegido Mike Conley, el novato seleccionado en primera ronda de aquel año. Se quedó con el 2 como guiño a sus hijas, Lucía y Elsa. El salto también sería para ellas y para su mujer, Vanessa (después de una vida juntos, se casaron ese año para facilitar la obtención de los papeles en Estados Unidos). Navarro ya presentó credenciales en el primer partido de pretemporada, una derrota contra el Unicaja Málaga en la que fue máximo anotador con 21 puntos.
De vuelta en Estados Unidos, destrozó a los Timberwolves con 22 puntos, nueve en el último cuarto para remontar un duelo en que los Grizzlies habían llegado a ir perdiendo por 14. Pronto Mike Miller le bautizó como ‘Instant Grit’, en referencia a una de esas sopas instantáneas que se hacen en el microondas. La muñeca de ‘La Bomba’ se calentaba enseguida. Le costó entrar en rotación en los primeros partidos, pero rompió a las dos semanas, ametrallando a los New Orleans Hornets (actuales Pelicans) con 28 puntos y un 8/9 en triples. La noche siguiente fue titular, aunque en realidad pasaría todo el año alternando: salió 30 veces en el quinteto inicial, pero nunca en más de siete partidos seguidos. Lo que sí se fue definiendo fue su rol: un triplista con licencia para tirar pero con menos carga creativa de la que había demostrado que podía asumir.
Navarro fue elegido para el Partido de Novatos del All-Star, pero la que iba a ser gran cita quedó emborronada cuando dos semanas antes los Grizzlies traspasaron a Pau Gasol a Los Angeles Lakers. Los primeros meses habían sido duros para la familia, en especial para su mujer y sus dos hijas. Pau había servido de paraguas y sin él, Memphis se hacía más grande y ajena. Navarro tendría aún algún momento brillante en la segunda mitad de curso. Jugó los 82 partidos, promedió 10,9 puntos por noche y se quedó a sólo dos triples (156) de batir el récord histórico para novatos que tenía Kerry Kittles (hoy en manos de Donovan Mitchell con 187). Pero los Grizzlies habían perdido 60 partidos, su familia no estaba cómoda en Memphis y ese contrato que esperaba conseguir nunca llegó.
El verano anterior, tiradores como Jason Kapono o Matt Carroll habían firmado contratos por algo más de 5 millones anuales. Ése era el tipo de contrato al que su agente pensaba que podía aspirar, y lo mínimo que necesitaba para poder hacer frente al primer pago de su cláusula con el FC Barcelona. Hubo varios equipos interesados, pero ninguna oferta fue lo bastante alta y, a su regreso a la Ciudad Condal, encontró el club azulgrana muy cambiado. Para empezar, a mediados de temporada el Barcelona había destituido a Dusko Ivanovic y su puesto lo ocupaba ahora Xavi Pascual.
Le había dado plenos poderes a Chichi Creus para dirigir la sección de baloncesto y estaba dispuesto a una gran inversión para volver a asaltar la Euroliga. El Mundo Deportivo destapó los contactos ya en el mes de abril, nada más terminar la temporada regular de la NBA. El Barcelona le ofreció cancelar la deuda de su cláusula y un contrato de 15 millones de euros por 5 temporadas. El regreso a casa por vacaciones fue definitivo. “En la NBA tenía un papel secundario y aquí puedo ser un referente. Hay que saber estar en todas las situaciones, pero yo prefiero esta presión”. Aquella temporada el Barcelona ganó la ACB, llegó a la Final Four de Berlín y Navarro fue elegido MVP de la Euroliga. Al siguiente, Europa volvió a ser suya… Navarro NBA