El año pasado, cuando el confinamiento era pan de cada día, la pandemia dejó a varias y varios sin poder actualizar su clóset con tenidas veraniegas. Pero esta temporada no hay nada que lo impida —con el autocuidado correspondiente—, ni siquiera la siempre aguafiestas economía personal, porque alternativas para los bolsillo más cortos sobran cuando se apunta hacia el mercado de segunda mano o ropa americana.
¿Una blusa Chanel a 500 pesos? Suena delirante. ¡¿Qué cuesta 500 pesos a esta altura?! Bueno, una prenda de segunda mano como la que compró Catalina Morales (29) hace un tiempo.
“La encontré en una feria libre de Peñalolén. Es una de mis mayores joyas: ochentera, con un estampado de cadenas; preciosa”, cuenta la dueña de Vintage Cat, tienda que desde 2009 rescata tesoros de otras épocas en ferias y tiendas de segunda mano, y luego revende a través de su sitio web. Un trabajo de curatoría que la tuvo recientemente en Estados Unidos entre toneladas de alternativas.
Solange Vásquez (40) también conoce ese trabajo. Desde 2017 tiene la tienda online Tesoro Vintage, que hace unos meses abrió un showroom en barrio Lastarria. “Desde que era niña he sido fan de la ropa usada y siempre ha estado presente en mi vida. He recuperado alrededor de 7 mil prendas”, relata.
Las dos coinciden en que preferir ropa de segunda mano es una muy buena alternativa, no sólo porque suele ser más barata, sino porque además su factura es mejor que la nueva que ofrece el gran comercio.
“Fueron hechas en una época donde se hacía la ropa de mejor calidad, con materiales más nobles y resistentes”, apunta Morales. “A diferencia de la ropa de marcas de retail y fast fashion, que máximo se puede ocupar diez veces antes de que se eche a perder”, apunta Morales. Por otro lado, agrega, “cuando se compra ropa usada, uno se está llevando algo único, que nadie más va a tener, algo así como un tesoro”.
Tiendas como Vintage Cat y Tesoro Vintage además promueven este rescate como una forma de crear consciencia respecto a los problemas de la moda rápida, que con su frenética fabricación de nuevas prendas y tendencias causa terribles repercusiones medioambientales. De hecho, las Naciones Unidas estiman que esta industria provoca el 10% de las emisiones de carbono en el mundo y el 20% de las aguas residuales.
Darle una segunda o tercera vida a las prendas, dice Solange Vásquez, “ayuda a disminuir la huella hídrica y de carbono”. Por eso, Morales celebra que en los últimos años, en especial durante la pandemia, se haya producido un boom de nuevas tiendas de ropa americana. “Hay demasiada ropa en el mundo y personalmente me propuse que ésta no termine en los vertederos. Es una meta imposible, pero por eso es importante lo que hacemos en este tipo de tiendas”.
Para 2012, Vintage Cat tenía una tienda física en Barrio Italia. Catalina Morales cuenta que quienes solían entrar eran señoras mayores, de la edad de su madre. “Decían ‘ay, esto es usado, qué asco’. Eso hoy día no pasa tanto, se han ido perdiendo los prejuicios de que es ropa cochina o que era de alguien que había muerto. La gente perdió el susto”.
El prejuicio, según Morales, viene de mediados del siglo pasado, “cuando en Chile se fabricaba el 97% de la ropa que se usaba —hoy esa cifra está por el 5%”. Quienes compraban ropa de segunda mano era la gente más vulnerable, que no contaba con el dinero para pagar los precios que las prendas nuevas tenían, por lo que la mirada general hacia ella era despectiva.
Hoy eso parece haber dado un giro en 180 grados. “En los últimos años, la ropa usada se ha transformado en algo cool. Tiendas como Nostalgic ayudaron a cambiar la percepción y se generó un cambio en la industria y el mercado”, comenta la dueña de Vintage Cat.
Pero una cosa es que la mirada haya cambiado y la otra es que exista una cultura al respecto. La falta de ella se puede ver en los errores que comúnmente comete la gente a la hora de comprar ropa de segunda mano. Entre los más frecuentes está no probarse la ropa y no revisar, adecuadamente, si está se encuentra manchada o rota.
Vásquez agrega que cuando la compra-venta es online, se suele cometer el error de fijarse en la talla y no en los centímetros que mide la prenda. Si bien las tallas son estándar —todas se expresan en large, medium o small—, las dimensiones pueden variar mucho en cada caso.
“Si sabes los centímetros, nunca te vas a equivocar”, dice. Morales agrega que las personas deben medir su cuerpo o tomar la medida de una prenda que les acomode y guste. “Las tiendas más profesionalizadas tienen todos los detalles bien descritos y con fotos para orientar”, agrega.
Cuando la compra es virtual, es primordial chequear las condiciones de compra. Según Morales, “porque en muchas tiendas no aceptan cambios ni devoluciones, ya que al ser ropa usada la ley les da la opción. En Vintage Cat, para una mejor experiencia, aceptamos cambios pero no devoluciones”.
Otro error que se comete seguido es no fijarse en la materialidad de las prendas. La ropa de mejor calidad y más duradera, según las expertas, suele estar hecha de fibras nobles como algodón, lino, seda, lanas y otras telas naturales. Para saber de qué material están hechas, basta leer la etiqueta.
Aquí hay otro mal hábito: poca gente se fija en lo que dice el etiquetado. “Es importante leerlo, porque tienen mucha información sobre la prenda: dónde fue hecha, sus materiales o cuáles son los cuidados que hay que tener”, dice Morales. Lo último es clave, “porque hay cosas que no se pueden meter a la lavadora, sólo lavar en seco. De lo contrario, se va a encoger y dañar y no va a cumplir su función, que es acompañarte por mucho tiempo”.
Morales dice que mucha gente también comete el error de comprar ropa usada de marcas de fast fashion. “He visto muchos grupos de Facebook de ropa usada con harta gente buscando ropa de Zara o H&M, como si fueran tesoros únicos. Pero esas marcas no diseñan ni fabrican ropa para que dure. Por ejemplo, hace un tiempo me compré en la feria unas botas Primark, marca fast fashion del Reino Unido, conocida por ser muy mala. Me las puse una vez y se desintegraron, la suela se salió”.
“¿Realmente lo necesitas?”. Esa es la pregunta que Catalina Morales recomienda hacerse antes de comprar cualquier prenda. “Cuando voy a buscar ropa para mí, me hago una lista de las cosas que me gustaría encontrar. La idea es no caer en la compra impulsiva, sino hacerlo de forma consciente, para tener algo que nos vaya a durar mucho tiempo y que sepamos cuidar”, explica.
En cuanto a qué elegir, Solange Vásquez dice que es fundamental fijarse en los detalles de las prendas, como que las costuras sean firmes. O si es elasticada, que sus elásticos estén en buenas condiciones, así como los cierres y la tela en general.
Con el calor que hace actualmente, y considerando que se avecina el verano, ¿qué materiales son los más recomendados? Según Catalina Morales, el algodón, el lino y la seda. No así los sintéticos como los que se suelen utilizar en el retail, “porque generan estática, y el sudor los mancha”. A menos que se trate de un poliéster de los setentas u ochentas, “que son de mucha mejor calidad y están hechos para durar harto tiempo”. ¿Y para el invierno? “Recomiendo lana, angora y cachemira. Son prendas que si se les sabe cuidar, van a durar muchos años”.
Si bien comprar por internet supone no poder chequear el estado ni las dimensiones de las prendas, las tiendas más profesionalizadas han solucionado este obstáculo con la preocupación de detallar cada aspecto en sus sitios web, complementando con fotografías. Si aún así hay dudas, lo recomendado es ocupar los canales de comunicación para hacer todas las consultas.
Respecto a los cuidados, Vásquez y Morales aseguran que la ropa de segunda mano es mucho más resistente y fácil de cuidar que la actual. “Las prendas de segunda mano ya tienen historia, ya fueron usadas y lavadas; ya tuvieron una vida. Entonces, se adaptan más fácil a tu uso”, apunta Vintage Cat. Aún así, se deben considerar las precauciones básicas, como separar la ropa por colores, ocupar detergentes adecuados, y seguir las instrucciones de lavado que se informan en las etiquetas.
Cada vez es mayor la oferta de ropa de segunda mano y también las variedades y su tipología. Cada tienda suele hacer su propia curatoría, por lo que se pueden encontrar para todos los gustos.
“Antiguamente sólo estaban las ferias que tenían ropa usada y algunas tiendas en los centros de las ciudades. Pero ahora hay muchas dedicadas a lo vintage y eso tiene otro valor, no es solo ropa usada”, dice Solange Vásquez. Para que una prenda sea vintage, según ella, debe tener por lo menos 20 años de antigüedad, y quien haga una curatoría de este tipo de vestuario debe tener conocimientos específicos respecto a “etiquetas, marcas, detalles como cierto tipo de estampados, cierres y botones correspondientes a cada década”.
¿Por qué pega tanto lo vintage? “En parte, tiene que ver con la nostalgia. Nos activa la memoria emotiva: algún recuerdo que te transporte a un momento de cariño, un vestido que te recuerda a tu abuelita o algún patrón del vestido de tu mamá. También te permite ser dueña de un pedacito del pasado”, dice Tesoro Vintage.
¿Qué tiendas recomienda? Algunas virtuales como Polka Vintage, Canela con Menta, Vintage Lover Chile. Otras presenciales, como la feria José María Caro —la más grande de Latinoamérica, según dicen—, en Lo Espejo, y la feria libre de Pedro Aguirre Cerda, “justo al lado del metro tren”.
Las ferias libres son los lugares favoritos de Catalina Morales: “Me atrevería a decir que es lo mejor que tiene Chile”. Recomienda, eso sí, ir con mucha paciencia y llegar temprano, tipo 9 de la mañana, sobre todo en temporada veraniega, “porque el peak de calor es muy heavy en las ferias”. También llevar un carro, para no pedir bolsas e ir vestidos cómodos para caminar varias horas. Sus ferias favoritas son la de José Arrieta (abierta jueves y domingo) y la de Grecia (se hace los sábados), ambas en Peñalolén. Esta última, según dice, “se ha puesto un poco más cara, pero siempre hay cosas buenas”.
Fuera de Santiago, recomienda la feria El Belloto, en Quilpué, que se hace miércoles y sábados. “Es una de mis favoritas, al parecer es uno de los persas más grandes de Chile”. Hay muy buena ropa usada, creo que llegan las importaciones directamente desde el puerto de Valparaíso. La última vez que fui había para comprar cinco prendas por luca. También me gusta mucho la feria de Av. Argentina, en Valparaíso; esa es los domingos. Tienen muchas cosas”.
Respecto a tiendas de Instagram, recomienda la Investidura y Roedora Shop. En esta última, dice, “me compré un pantalón de gamuza de tiro alto, preciosos, me costaron 15 lucas. Súper bien el precio. En la otra, me compré un chalequito sin mangas, azul de tartán, hermoso, que me costó 8 o 10 lucas, máximo”.
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