Son jóvenes, son influencers... y son madres. La nueva generación de mamis enganchadas a las redes sociales ha abierto una ventana de oportunidad para las marcas, cansadas de perfiles encorsetados y sin naturalidad. Pero el negocio es de ida y vuelta: estas madres 2.0 pueden ingresar 300, 500 y hasta 700 euros por una sola foto. Su historia personal suele ser similar: muchas habían coqueteado con Instagram, pero a raíz de su maternidad adoptaron un enfoque más profesional de la red social.
Pero, ¿cuál es el secreto de este nicho de mercado? Según las propias instagramers --esta plataforma domina el márketing digital visual--, el sello íntimo y espontáneo de las influencers. Así lo explica Rebeca (@unvestidorconideas): "A la gente lo que le gusta es el salseo, ver la vida de los demás. Le gusta verse reflejada en personas o familias que les pueden inspirar, y además los niños enganchan mucho más porque no tienen ningún guion preparado".
Sin embargo, el papel de los menores en el ciberespacio siempre genera debate. ¿Compensan estas ganancias si a cambio se debe exhibir los aspectos más íntimos? El qué (y el cómo) exhibir las rutinas familiares es algo que las propias madres se han planteado, aunque aseguran que han logrado marcar los límites por sí mismas. Es más: los problemas que han tenido han venido no tanto por las peticiones de las empresas, sino por la propia logística de los posts.
"Por los comentarios de los usuarios, a veces te das cuenta de que la gente cree que compartes más de lo que compartes. A mí cinco stories me llevan un minuto al día y yo elijo lo que enseño y lo que no enseño", explica Ana Laura, la publicista detrás de @almacreativa. Incluso pone cuota a sus revelaciones: "Al final debe de ser un 10% de mi vida".
De forma parecida opina Alba (@rayasymanchas): "Siempre enseñas lo que quieres. De momento no he tenido dudas ni conflictos. Aunque tengo un hermano pequeño que este año me ha dicho que ya no quiere salir". "El problema es otro, como que de un día para otro una marca te diga que las hijas deben ir vestidas de un modo y estas no quieran ponerse el vestido", bromea.
Alba, una de las 'mamis' influencers con el perfil @rayasymanchas / CEDIDA
Las tres mamis entrevistadas no han tenido problemas, en parte porque las propias marcas buscan un soporte más blanco con estas colaboraciones. Muchas de estas madres no solo promocionan complementos y prendas de ropa, sino también artículos de puericultura, juguetes u otros enseres relacionadas con la infancia.
Algunas de ellas son prescriptoras en la materia, como incide Ana Laura: "Hace diez años que entré en Instagram hablando sobre un estilo de vida saludable. Para mí, dar el paso a compartir pedacitos de mí con los hijos y consejo sobre alimentación, sueño... fue algo natural".
Raquel Benavente, directora de la agencia Bidibi Badibi Bú, explica que las privadas buscan precisamente este gancho. "Las empresas se interesan por la mayor conectividad y empatía de estas madres. Las marcas han empezado a huir de la productomanía".
Esta compañía, que gestiona decenas de influencers como Alba, Ana Laura y Rebeca, ha detectado un interés creciente por este colectivo. "Las acciones se han potenciado durante la pandemia. Y también los seguidores de muchas de ellas. Llevamos perfiles que han pasado de 25.000 a 34.000 seguidores por el Covid-19, cuando la población se ha volcado en las redes y ha buscado consejos en plena reclusión".
Rebeca (@unvestidorconideas) posa en una foto para su Instagram / CEDIDA
Otro elemento importante para los escépticos: muchas de estas madres no viven exclusivamente de Instagram. Además, Benavente subraya que el retorno económico depende en buena medida del impacto de cada cuenta. Y al tratarse de un nicho más especializado, los montantes no son espectaculares en comparación con otros números del sector.
"Por un post se pueden ganar entre 300 y 700 euros por campaña. En función, claro, del engagement de la influencer. Otras acciones que incluyan vídeos, reels... hacen aumentar estas cifras".
Respecto a la espinosa cuestión del sharenting, es decir, la creación de una huella digital de los niños, la responsable aclara que este asunto se trata de antemano. "A la hora de diseñar una estrategia de marca personal, se pactan los límites. Tenemos por ejemplo a una chica que es odontóloga y que no quiere que su profesión aparezca reflejado en su Instagram", detalla.
Lo que tiene claro esta experta en gestión de influencers es que el boom de este segmento va a seguir tras la crisis sanitaria. Incluso apunta la próxima parada: los papis influencers. Al final, los hijos son cosa de dos.