Mayte Rius
Que levante la mano quien no haya gritado a su perro. Porque se ha hecho pipí en casa, porque se come algún resto que encuentra en la calle, porque salta a saludar al conocido que llama a la puerta, porque intenta robar un trozo de comida que se ha caído al suelo... Se porta mal, te estresas... y le pegas un grito para que reaccione y aprenda. ¡Craso error!
Un equipo de científicos de la Universidad de Oporto ha analizado cómo reaccionan los perros a loscastigos más rutinarios de sus propietarios y adiestradores y sus conclusiones no dejan lugar a dudas: incluso castigos relativamente leves como gritar, tirar de la correa o presionar sobre sus nalgas para que se siente estresan a los perros, haciéndolos más “pesimistas” que los perros entrenados con premios y recompensas, y eso provoca problemas de conducta y de convivencia a medio y largo plazo.
“Nuestra forma de actuar conlleva cambios en la conducta de nuestros perros; reñir, castigar y otros métodos punitivos funcionan en el momento para corregir una conducta, pero tienen consecuencias negativas: a la larga los perros no confían en el propietario, se pasan el día estresados, desarrollan trastornos y ansiedad por separación, destrozan cosas, se hacen sus necesidades en casa, se pasan el día lamiéndose hasta hacerse heridas...”, asegura Paula Calvo, etóloga y directora de la plataforma Antrozoología.com.
La especialista en comportamiento animal explica que ya se había probado con perros policías y de rescate que el entrenamiento basado en castigos (o con collares eléctricos, por ejemplo) puede tener efectos negativos, y “lo novedoso de esta investigación es que se centra en el castigo considerado más leve”, en prácticas cotidianas de muchos propietarios de mascotas, como gritar, tirar de la correa cuando el perro no se comporta bien...
“Un castigo típico es tirar del collar cuando no se porta bien o cuando ladra al cruzarse con otro perro; y eso significa, cada vez, ahogar al perro; y cuando nos enfadamos le gritamos, un día, y otro, y otro... De hecho, a veces descargamos la frustración en el perro, porque es fiel y no se queja, porque no podemos gritar a la pareja o a otra persona de nuestro entorno; y eso genera estrés al animal”, relata Calvo.
Así lo han demostrado los investigadores de la Universidad de Oporto, dirigidos por Ana Catarina Vieira de Castro. Reclutaron a 42 perros de escuelas de adiestramiento canino basado en recompensas –que usan comida o juegan para fomentar buenos comportamientos– y a otros 50 entrenados con refuerzo negativo, como gritar, sacudir la correa o presionar sus nalgas para que se sienten. Controlaron sus niveles de cortisol (la hormona del estrés) en saliva antes y después del entrenamiento,que grabaron en vídeo.
Y comprobaron que los perros que participaban en programas con refuerzo negativo mostraban más comportamientos relacionados con el estrés durante el entrenamiento –como lamer o bostezar– y registraban niveles de cortisol más altos que los que tenían normalmente en casa. En cambio, los perros entrenados mediante recompensas no mostraban variaciones en los niveles de cortisol durante el entrenamiento respecto a los que tenían en el hogar.
Y para averiguar si estos efectos se mantenían, midieron cómo 79 de los perros respondían a una posible recompensa alimentaria, con un experimento que permitía clasificar a los perros en mentalidad optimista o pesimista según la velocidad con que se acercaban a un tazón en el que podría o no haber una salchicha. Según sus pruebas, cuanto más castigo había recibido un perro, más “pesimista” era, y otros estudios han asociado estas mentalidades pesimistas con ansiedad por separación y otros comportamientos problemáticos en perros.
“Estos perros toda su vida serán más negativos y eso puede afectar a la convivencia con ellos; serán más reactivos en la calle o al relacionarse con otros animales; pueden ser tan inseguros que tiendan a la agresividad...”, coincide la directora de Antrozoología.com
Y lo ejemplifica con un comportamiento muy habitual entre los dueños de perros: “Si cuando se cruza con otro perro el tuyo ladra y le empiezas a tirar de la correa o a gritarle, añades estrés a la situación, haces que el perro ladre más y acabará desarrollando agresividad, porque asocia que cuando se encuentra con otro perro le vas a castigar”. En este sentido, conviene no olvidar que otras investigaciones han demostrado que los perros se contagian del estrés de sus amos, que se produce una sincronización hormonal y emocional entre ambos.
Por el contrario, dice, si el propietario espera sin regañarle, aguanta que el perro sobrelleve su propia incomodidad, y, cuando se calma, le premia la conducta calmada, poco a poco el animal asociará que cuando viene otro perro al final recibe un premio, y estará más pendiente del dueño que de ladrar. “Al principio es agotador, pero a la larga da buenos resultados; y una vez un perro entiende que a cambio de cierta conducta recibe premiso, ya puedes retirarlos, porque lo que incorpora es la conducta positiva”, dice Calvo.
Enfatiza que podemos conseguir más logros,y más consistentes, con el refuerzo positivo que con el castigo y los gritos. “Cuando usas el castigo obtienes una respuesta rápida por miedo, pero a la larga el animal volverá a hacer lo mismo pero a escondidas; además, los perros solo asocian el castigo con algo que han hecho mal si los pillas in fraganti; si cuando llegas a casa ha roto algo o se ha hecho pipí y le gritas o le enseñas lo que ha roto, mostrará culpabilidad porque te ve enfadado, pero no lo correlacionará con su conducta, solo con miedo a los gritos y el enfado”, justifica la etóloga.
No obstante, parece más fácil decirlo que hacerlo. Y muchos de quienes tienen un perro en casa, en especial si es cachorro, se estarán preguntando ¿entonces qué? ¿Se hace pipí en casa y no le digo nada? “Cuando lo hace mal lo limpias y no haces nada; no sirve de nada reñir; y luego, si cuando le das un paseo largo hace pipí en la calle, le das un premio; así, con el tiempo, asocia que le compensa esperar a hacerlo en la calle porque entonces lleva premio”, responde Calvo.
¿Y cómo evitamos los gritos cuando sale corriendo o va a comerse algo que no debe? “Si gritas el perro irá en dirección contraria a ti, e igualmente se comerá aquello que no querías, más rápido si cabe para que no se lo quites”, dice la especialista. La alternativa, explica, es entrenar con premios la orden de “suelta” o “deja” para que, a la larga, obedezca cuando se lo digas. “Cuando vaya a coger algo, le das una opción que le interese más, como mostrarle un trocito de jamón cerca; dejará lo que tenga en la boca mientras tú le dices suelta; y así vas practicando, y al final con una orden –“suelta”– abrirá la boca siempre”, asegura.
Por si alguien no ve claras las ventajas a largo plazo que puede tener trabajar y relacionarnos en positivo con nuestro perro, Calvo recuerda también las desventajas y los riesgos que conlleva educarlos en negativo a costa de elevar su nivel de estrés. “El estrés crónico afecta a muchos niveles, tanto en el comportamiento –hay perros que llegan a morderse la cola y automutilarse de lo estresados que están– como en la salud; el exceso de cortisol afecta al metabolismo y tiene consecuencias fisiológicas; hay muchos perros que mueren de cáncer, y el cáncer y el estrés están muy correlacionados”, concluye.
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