El mes de julio es muy especial en el burgalés pueblo de Ibeas de Juarros. Los bares están llenos de clientes que consumen cafés, infusiones y algo dulce o salado para picar. Muchos son investigadores que van llegando en un lento pero continuo goteo al lugar en el que han quedado. El uniforme predominante es prácticamente el mismo: mochila, calzado apropiado y ropa cómoda, eso sí, de colores variados. Por delante esperan horas y horas de afanosa búsqueda. Paletín, carbonera y cubos que realizan incontables viajes de ida y vuelta entre llenado y vaciado dentro de cada uno de los muchos yacimientos que componen el complejo arqueológico de la sierra de Atapuerca. Empieza la fiesta. Los fósiles y utensilios aguardan sin prisa entre sus milenarios sedimentos a ser tratados como la joya que son, pues Atapuerca es un lugar único que esconde los secretos de la evolución desde hace más de 800.000.
El verano de 2021 se ha retomado la actividad a un ritmo mayor gracias al doble de efectivos, aproximadamente 120 personas. Investigadores en busca de una suerte de catarsis arqueo-antropológica culpable de que el detalle en las especializaciones sea cada vez más insultantemente explícito. Hasta día de hoy la sierra de Atapuerca ha propiciado la friolera de 115 tesis doctorales y alrededor de 1.000 artículos científicos –además de ensayos, ficción, diarios, revistas especializadas, publicaciones generalistas y un largo etcétera–. Arqueología, paleontología, geología… todo ello enfocado a la investigación científica, pero también con el objetivo de la divulgación, de la difusión del conocimiento entre la sociedad. Ese es el fin último: impregnar de ciencia a la sociedad para que sienta suyos los hallazgos, conseguir que forme parte del círculo de actores que celebra los hitos científicos logrados.
Como cada año, la búsqueda de fondos económicos es esencial para mantener las excavaciones en Atapuerca. Según comentó Gumersindo Bueno –director general de patrimonio de la Junta de Castilla y León–, el año pasado hubo un ritmo más bajo a nivel de investigación pero se aprovechó para trabajar “sobre” el terreno más que “en” el terreno, realizando diversas obras para garantizar la seguridad en el yacimiento, como la sustitución de la gigantesca cubierta de Cueva Fantasma y la reforma de la estructura tubular del yacimiento de la Gran Dolina.
Además, entre los años 2018 y 2024 están previstas ayudas destinadas a proyectos innovadores que generen conocimiento y difusión –incluidas universidades y empresas privadas– con la idea de fomentar vocaciones y teniendo siempre presente que el destinatario último es el público general. En total, el presupuesto máximo desde la Junta se estima en 440.000€.
Y es que, como apuntaba Juan Luis Arsuaga, codirector de Atapuerca, este yacimiento es la envidia de todos. Un lugar con el que se comparan los yacimientos del mundo entero. No es de extrañar que desde diversos ámbitos institucionales se apoye la creación de centros como el Museo de la Evolución Humana (MEH) en Burgos, el Centro Nacional de Investigación de la Evolución Humana (CENIEH) o la propia Universidad de Burgos (UBU). Sin embargo, no siempre ha sido así. Los comienzos fueron complicados.
Actualmente la Fundación tiene un engranaje humano y económico muy potente, fomentado por la enorme cantidad de restos que se encuentran cada temporada. Precisamente estos fósiles que aparecen cada año ayudan a que decenas de investigadores de todo el mundo se interesen cada verano por la sierra más rica encontrada hasta el momento. De hecho, a nivel de contenido científico, el proyecto ha conseguido en seis meses dos publicaciones en Nature –una de ellas portada de la revista científica más prestigiosa del mundo– y una portada en Science. Por ejemplo, por primera vez en la historia se ha recuperado ADN de cinco neandertales directamente del sedimento, sin necesidad de un fósil.
En algunas temporadas de excavación no se han realizado trabajos paleontológicos en ciertas zonas. Sin embargo, tal y como apuntaba Eudald Carbonell, codirector de Atapuerca, "este año se volverá a excavar en todos los yacimientos de la sierra". El Equipo de Investigación de Atapuerca trabaja ya en los yacimientos de la Sima del Elefante, Galería, Gran Dolina, y Cueva Fantasma –todos ellos ubicados en la Trinchera del Ferrocarril–; en Portalón, Galería de las Estatuas Interior y Exterior, Sima de los Huesos y en la Sala de los Cíclopes, situados en Cueva Mayor; así como en la Cueva del Mirador, La Paredeja y en el tren de lavado y triado a orillas del río Arlanzón.
En la Sima del Elefante se está excavando en el nivel 7, el más antiguo de los localizados en la sierra de Atapuerca con una cronología de 1,3 millones de años. La importancia de este yacimiento radica en que gracias a la información recabada se ha podido establecer que las condiciones ambientales en la sierra en aquel momento eran más templadas y húmedas que hoy en día. Un pequeño sondeo está buscando la base de la cavidad para tener localizado suelo y techo del yacimiento.
En la Galería el objetivo fundamental es continuar con la excavación del tramo inferior de la Unidad GIIIa en todos los sectores del yacimiento. Los trabajos estarán centrados en definir y continuar con la concentración de fósiles que empezaron a surgir al final de la campaña de 2019. El tramo TG10A de la secuencia es uno de los más ricos arqueológicamente y está datado en torno a los 300.000 años. Tiene una preservación excepcional de restos de fauna, en asociación con industria lítica Achelense.
En la parte superior del yacimiento de Gran Dolina se retomará el trabajo abierto en el sedimento encostrado y parcialmente erosionado de un par de niveles con el objetivo de desvelar su contenido paleontológico y arqueológico, y delimitarlos para entender bien su relación respecto de las unidades inmediatamente subyacentes. El interés se centra principalmente en el tramo de yacimiento de los 900.000 años por las ocupaciones identificadas y las del Achelense a partir de hace 450.000. De forma que puedan seguir rellenándose los pocos huecos que quedan en la secuencia para el último millón de años, que se dice pronto. Hay constatada presencia de homínidos casi cada 100.000años hasta ese millón. En la parte inferior del yacimiento se espera encontrar restos de cérvidos y úrsidos, del Pleistoceno inferior. Esa macrofauna y la microfauna que se encuentren harán las veces de indicadores biocronológicos que permitan obtener información sobre las condiciones ambientales existentes hace 1 millón de años.
Por su parte, enla Cueva Fantasma está previsto continuar con los sondeos estratigráficos para ver la secuencia vertical arqueo-paleontológica de la cavidad, y en la zona de Sala Fantasma se seguirá avanzando en extensión para conocer más sobre la ocupación y caracterización del emplazamiento. En la cueva El Mirador se trabajará sobre niveles del Neolítico, correspondientes a la fase de uso de la cavidad como cueva redil. Entre los aproximadamente 5.700 años de uno y los 6.700 años de antigüedad del otro, que aportarán información relevante sobre el proceso de implantación de la ganadería en la Península Ibérica.
La Paredeja acogerá una intervención para ver su potencia definitiva, yacimiento en el que muy probablemente este año sea el último que se excave.
El complejo de Cueva Mayor es un verdadero espectáculo. El Portalón y la Galería de las Estatuas (Interior y Exterior), la Sima de los Huesos y la Sala de los Cíclopes contienen información asombrosa. La secuencia del Holoceno que tiene El Portalón ha derivado en investigaciones científicas de primer nivel a escala mundial, aunque no menos importante es el hallazgo del genoma nuclear de al menos cinco neandertales en el propio sedimento, lo que ha constituido un hito sin precedentes en las ciencias prehistóricas. Además, en la Sala de los Cíclopes se han encontrado fósiles de osos en varios puntos y se piensa que es en esa gran sala donde se encuentran las claves para entender la acumulación de cadáveres humanos de la Sima de los Huesos.
Y todo el sedimento que se encuentre en tiempo y forma en cada uno de los yacimientos que componen el yacimiento de Atapuerca debe pasar por la estación de lavado y cribado a orillas del río Arlanzón con el fin de recuperar la microfauna que habitó la sierra de Atapuerca cientos de miles de años atrás. Diminutos fósiles de mamíferos, anfibios, aves, reptiles, peces... que pueden ser clave en el conocimiento de lo que ocurrió hace miles de años. Un laborioso trabajo en el que se procesa hasta una tonelada de sedimento al día.
Toda la evolución humana está en Atapuerca desde los últimos 1,3 millones de años. Algo que requiere un tratamiento único, porque se ha obtenido no solo información fósil, sino que también existe registro climático, económico, etc. Y el futuro es bastante prometedor. Por ejemplo, es probable que en esta o las próximas temporadas, emerjan fósiles que ayuden con la interpretación arqueo-paleontológica del Homo antecessor. A lo largo de todos estos años se ha adquirido la suficiente experiencia como para poder predecir en Atapuerca otra etapa importante de hallazgos, similar a la de la década de 1990. En palabras de Eudald Carbonell es posible que se produzca “un ciclo virtuoso hasta 2024 con fósiles de dos o tres yacimientos”. Y justo será ese año cuando se produzca el relevo generacional en la co-dirección del proyecto: José Mª Bermúdez de Castro, Juan Luis Arsuaga y el propio Carbonell se retirarán para dejar paso a María Martinón-Torres, Nacho Martínez y Marina Mosquera.
Los co-directores también señalan que no siempre lo más antiguo que se encuentra es lo más importante. O el hecho de que se encuentre específicamente algún fósil de homínido más. Existen otros muchos hallazgos y datos que otorgan un contexto a los otros descubrimientos más mediáticos, pero que son igualmente valiosos. Juan Luis Arsuaga puso a modo de ejemplo que este mismo verano se iba a leer una tesis doctoral sobre la evolución de la cerámica en El Portalón. Cosas que sobre el papel pueden no ser tan mediáticas, pero que a nivel de investigación son importantísimas e incluso trascendentales para conocer los usos y costumbres de los habitantes o utensilios encontrados en el emplazamiento.
Con este nuevo empujón de financiamiento y apoyo al proyecto, para arqueólogos e investigadores que pasan gran parte de su jornada laboral dentro de una cueva la metáfora funciona al revés: “nosotros empezamos a ver la luz al principio del túnel”. Probablemente y de manera progresiva, se irá recuperando el número habitual de personas trabajando en los yacimientos. Mientras tanto, habrá que confiar en la ciencia, que una vez más se está mostrando imprescindible para que retomemos la vida tal y como la conocíamos antes de marzo de 2020.