Expansión realizó un recorrido para conocer cómo es que este jabón conserva sus componentes originales que lo mantienen entre los favoritos de productos de limpieza y sin necesidad de costosas campañas de publicidad. El secreto de su éxito es muy simple: pasar de generación en generación, pues ¿quién no tiene una anécdota relacionada con este producto?
El encargado de darnos el recorrido por el lugar es Daniel Jiménez Franco, gerente división jabonería de la Fábrica Corona, quien nos sumerge entre los pasillos en donde el calor es permanente debido a los procesos químicos constantes que es el primer paso para la elaboración.
Las materias primas que se utilizan son grasas animales y aceites vegetales que en este caso son el cebo de res y el aceite de coco, o de palmiste, y que pasan por el primer proceso de hidrólisis y destilación de los ácidos grasos, que es donde se purifican las materias.
“Después estos materiales son transferidos a las plantas en donde se van a convertir en jabón”.
“El proceso que sigue es el de saponificación, en el cual, a través de un grupo de bombas dosificadoras, están inyectando materias primas a este proceso (agua con sosa, cebo de res, aceite vegetal, agua con sal), para después de una etapa química de reacción en el que se separa el jabón del agua restante se transforma en jabón”, nos relata Daniel Jiménez, quien lleva más de 40 años laborando en este lugar; incluso aquí conoció a su esposa.
“En total se producen 34 toneladas por hora de jabón de manera continua, que de producen y desplazan posteriormente por las tuberías de la fábrica”, desde donde un día se llegaron a fabricar casi dos millones de barras.
Después viene el marcado “Zote”, troquelado, corte, y después la envoltura, para después empacarse y distribuirse por diferentes latitudes en las presentaciones de 400, 200 y el famoso “zotito” de 100 gramos.