| EFE
El importante periódico Washington Post publicaba ayer un artículo que trataba de los avances que ha realizado China para domar al tiempo metereológico. Miles de personas trabajan en la Agencia de metereología y los próximos días pasan una prueba decisiva. Quieren limpiar el cielo de Pekín para los Juegos Olímpicos, atraer la lluvia y dejar un cielo azul para varios días de su celebración.
El artículo indica que los chinos han pifiado en alguna ocasión u obtenido resultados modestos pero el estudio rezuma preocupación con los progresos de China en cualquier esfera.
Ya hemos comentado que China es el principal rival de Estados Unidos en el siglo XXI, aunque Rusia ha dado unos zarpazos rabiosos en los últimos días, y los medios de información estadounidenses a lo largo del año pasado y paralelamente los chinos han mostrado que hay una desconfianza mutua muy profunda. Una encuesta enseña que un 73% de los estadounidenses tiene una visión negativa de China (Pew Research Center). El antagonismo llega a los políticos. El prudente Biden, no el bocazas de Trump, manifestó hace meses que China quiere convertirse en la potencia mayor de la tierra y que “esto no va a ocurrir durante mi mandato”. Algo chulesco.
De su lado, las autoridades chinas, que controlan sin ambages su medios de información, deducen que la amenaza mayor para la seguridad de la nación viene de Estados Unidos. Han pasado los tiempos en que Chou en Lai y Nixon alumbraban una no tan fugaz luna de miel. China padece grandes problemas internos, algunos de enorme magnitud, la espina de Hongkong, la provincia de Xingjiang, los excesos contra la minoría musulmana uigur, según varias ONGs habría un millón de musulmanes en campos de concentración, algo calificado de genocidio por el gobierno Biden, etc… En cualquier agitación en estos terrenos los chinos ven la mano artera de Estados Unidos. Como a todo poder dictatorial no les entra en la cabeza que a tus enemigos les puede encantar crearte problemas o atizarlos pero que la raíz del mal está en tu propio comportamiento, quebrantamiento de compromisos con Hongkong, reeducación de los uigures, opacidad en la información sobre el origen de la pandemia…
China, que antes de la pandemia tenía 400.000 jóvenes estudiando en las Universidades yanquis, ve la intervención solapada de Washington en las revueltas de las primaveras árabes y en lo que está ocurriendo en el centro y este de Europa. Admitir que en el sustrato hay un ansia de libertad y deseos de autogobernarse es demasiado para un régimen como el chino, abierto económicamente pero monolítico políticamente.
¿Cómo está viendo Pekín los acontecimientos de Ucrania? Muy posiblemente con satisfacción. Estados Unidos puede empantanarse en Ucrania aunque no intervenga militarmente. Los europeos muestran sus divisiones y algunos hablan de montar un sistema de reacción sin los americanos. Rusia gallea pero en estos momentos no tiene una relación tensa con China como en el pasado. Cualquier desgaste de las otras dos grandes potencias es bueno para China que razona que si los europeos están divididos a la hora de parar a Rusia en su continente difícilmente pueden ser arrastrados por los americanos a defender las aguas territoriales de Vietnam o Filipinas miradas con avidez por Pekín.
Veremos si las sanciones a Rusia verdaderamente hacen pupa, podrían empujar a un mayor acercamiento entre rusos y orientales. Si Washington impone sanciones al Kremlin, Putin tendrá que recurrir a China para que le facilite, por ejemplo, semiconductores. Ambos países pueden asimismo cuestionar el sistema de pagos basado en el dólar.
Por último, pensemos en el paralelismo con Taiwán, Biden ha flirteado con los dirigentes de la isla, más tal vez que Trump. Gobierna allí el Partido democrático progresista con pretensiones crecientemente independentistas. Cualquier analista militar explicará que Pekín tiene sobre la mesa detallados planes para invadir Taiwán. Reflexiona sobre el costo. La reacción de Estados en el caso ucraniano será iluminadora aunque la Casa blanca tiene un compromiso de defender a Taiwán, no en un Tratado, pero si de forma menos tenue que las obligaciones de Washington con Ucrania.
Daría algo por tener pinchados en estos días los teléfonos de dos altos dirigentes chinos cuando hablen de Ucrania. Los Estados Unidos y Taiwán pagarían más que yo.