'Historia de un matrimonio': Noah Baumbach habla de la (polémica) escena de la pelea

A los pijos neoyorquinos hay que quererlos, al menos a los que hacen muy bien su trabajo. Por suerte para todos, Noah Baumbach es uno de ellos.

Aunque se estrenó con la apreciable ‘Kicking and Screaming’ (1995), le costó unos cuantos trabajos más volverse realmente reconocible entre una crítica que, ahora, espera con desesperación sus reposadas disertaciones urbanitas.

'Historia de un matrimonio''Historia de un matrimonio': Una joya en NetflixCrítica de 'Historia de un matrimonio'La ‘Historia de un matrimonio’ según Noah Baumbach

En 2005 todo cambió y, tras ganarse un hueco perpetuo en nuestro corazón por firmar junto a su colega el guion de la descomunal ‘Life Aquatic’ (Wes Anderson, 2004), estrenó ‘Una historia de Brooklyn’ (2005) y se convirtió en un realizador al que, definitivamente, seguir la pista.

‘Frances Ha’ (2012), ‘Mistress America’ (2015) o ‘The Meyerowitz Stories’ (2017) nos fueron dando la razón y este año, de la mano de Netflix, vuelve a estar en las quinielas gracias a ‘Historia de un matrimonio’ (2019), su meticulosa descomposición de un divorcio con Scarlett Johansson y Adam Driver de protagonistas de la película y del último gran debate de #FilmTwitter: la escena de la pelea en el apartamento de Charlie, ¿es el momento álgido de sus interpretaciones o un despropósito sobreactuado?

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“Han perdido sus voces, han perdido la noción de quiénes son. Están tratando de descubrir qué creen ahora. Creo que es un lugar peligroso para que una pareja se encuentre”, asegura Baumbach sobre aquella escena en una entrevista publicada en Entertainment Weekly. “Fue la escena más difícil que he filmado en una película, pero también la más gratificante”.

Durante toda la película, el carisma, atractivo, talento y sensibilidad de Johansson y Driver es inigualable. Baumbach logra atraparte en su propuesta y ellos hacen que te involucres y tomes partido, incluso sabiendo que el resultado está amañado porque, como ocurre fuera de las salas, todos perdemos al final. Por eso, cuando se quedan vacíos, desnudos en un escenario simple y a medio amueblar en el que, por primera vez, hablan de lo que les ha ocurrido sin escolta, testigo o familiar alguno que intervenga, los actores y el realizador desatan una literalidad formal que, a no pocos detractores, ha expulsado del título.

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“Quería que los sintierais en ese espacio vacío”, explica el realizador. “Lo que era muy importante para mí era tener ese tipo de cocina y sala de estar para poder verlos en habitaciones separadas, para que no puedan verse necesariamente pero les veamos a ambos. Era casi como tener una pantalla dividida integrada en las tomas panorámicas”.

“Es como un baile, o como un preparar una escena de acción”, subraya. “Tenía que ser coreografiado con mucho cuidado, tanto por el plan que teníamos para filmarlo como por que los actores tuviesen pautas verdaderas. Creo que eso les da la libertad de perderse, saben que volverán de algún modo”.

La división es drástica, lo que para muchos es uno de los momentos más intensos de un título a enmarcar, no es para otros sino la muestra del artificio que dicen ha perpetrado su director y guionista. De un modo u otro, lo cierto es que Scarlett Johansson y Adam Driver parecen haber logrado de nuevo reivindicarse como dos interpretes absolutamente fundamentales, capaces de alternar sus (también sólidos) trabajos en descomunales franquicias como el Universo Cinematográfico Marvel y Star Wars con producciones de menor calado en taquilla pero de tremendo peso crítico.

“Al principio, Charlie es el que siempre se aleja. Y ella le va siguiendo, está tratando de que se concentre en lo que está tratando de decir, y él sigue encontrando extraños trabajos por el apartamento, como recoger la mochila de Henry o guardar cosas en su habitación. Está buscando distracciones porque, al menos en ese momento, creo que tiene miedo de lo que sucederá si comienza a comprometerse realmente con la conversación”, explica el cineasta sobre el desarrollo de los personajes en la escena. “No saben dónde poner todo este dolor, por lo que lo ponen en ese lenguaje, en esos gestos físicos. Charlie es una persona bastante controlada, algo que Adam encarna de un modo muy bello en la película. Así que, cuando pierde el control, tiene un precio”.

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Y después de la explosión final conducida por una rabia contenida que casi condena definitivamente al personaje de Driver (tanto por el golpe en la pared como por su absurdo discurso de "podría haber hecho las cosas peor"), llega la calma en forma de pena, agotamiento y, claro, miedo. Todo con un pequeño brik de zumo como único testigo del viaje de emociones.

Quizá solo así podían llegar a comprender que su separación es tan absurda como inevitable, o puede que solo se deba a la incapacidad de Baumbach por explicarnos de otro modo cómo la mitad más lenta de una pareja que se quiere descubre que, necesariamente, tienen que separarse.

“Quería encontrar una forma física de expresar lo que ha estado sucediendo emocionalmente”, explica. “La presencia del zumo me pone triste. Es historia reciente, todavía viven un momento en el que las cosas, tal vez, podrían salvarse. Todo sucedió muy rápido, cruzaron la línea de una conversación civilizada a una pelea total”.

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“No llega a ‘Being Alive’ sin pasar por esa posición, al final”, sentencia Baumbach. “Incluso en esta escena, que quizás contenga los elementos más polémicos, todavía sientes esa intimidad. Siempre sentí, a lo largo de toda la película, que el amor existe en cada escena”.

‘Historia de un matrimonio’, escrita y dirigida por Noah Baumbach, con un precioso trabajo de Randy Newman en su banda sonora, con Scarlett Johansson y Adam Driver como sublimes cabezas de cartel de un reparto en el que también merece la pena señalar los trabajos de Laura Dern, Alan Alda y Ray Liotta, ya está disponible en Netflix.

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