Natalia Fredes (de Río Colorado) y Diego Montaña (de La Rioja) dejaron todo para recorrer el mundo y cumplir un sueño lleno de aventura que muchos desean pero pocos hacen realidad. “Esto es lo que queremos para nosotros, sentirnos en libertad”, explica ella. En abril del 2018 dejaron las comodidades de un hogar, sus afectos, sus trabajos para comenzar una nueva vida que tuvo un punto de inicio sin fecha de cierre, una hoja de ruta que sufre cambios en el camino. Llevan recorridos 15 países y por estos días están en Wadena (Canadá), un pequeño pueblo rural donde trabajan en un campo para reunir los fondos que les permitan seguir la aventura.
La primera experiencia viajera fue en marzo del 2010 en su luna de miel: recorrieron en bicicleta toda Misiones. “La cabeza nos hizo un clic cuando nos casamos y nos fuimos por más de un mes a conocer la provincia en bici. Ese viaje de 700 km nos cambió la vida en todos los sentidos y nos dio el empujón que nos faltaba para decidir lo que queríamos para nosotros en esta vida y empezamos a proyectar viajar al menos por América”, dice Natalia.
Viviendo en Córdoba comenzaron a recibir viajeros que ayudaron a sumar conocimientos para su futura aventura. “Es genial compartir tu casa con gente de todo el mundo, nos llenaron de experiencias. Por mucho tiempo abrimos las puertas de nuestra casa a los viajeros, eso nos dio amigos por todos lados que también nos ayudaron a ir moldeando nuestro proyecto. Es hermoso poder compartir con ellos sus viajes, sus sueños. Muchos son profesionales que en algún momento se dieron cuenta de que la vida no era solo trabajo y nada más.”
Durante ocho años reunieron el dinero suficiente que les permitiera viajar y en abril del 2018 partieron. “Elegimos el sudeste asiático, nos fuimos a Tailandia, Vietnam, Camboya y Malasia por 45 días espectaculares. Es increíble la cultura oriental, es impresionante, nos encantó y queremos volver. Y ahí nos dimos cuenta de que no sabíamos suficiente inglés, idioma que empezamos a estudiar”, recuerda.
En dos años Natalia y Diego pasaron por 15 países, luego de volver de Asia, fueron a Estados Unidos, Panamá, Costa Rica (donde adquirieron su motorhome), Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, Belice, México y Canadá. “Tenemos una vida muy sencilla, una casa súperchica, no tenemos muchas cosas, todo lo nuestro entra en una valija y eso nos hace sentir livianos, libres y lo disfrutamos un montón, es fantástico”, contó ella.
Para los gastos de combustibles y las necesidades diarias la pareja trabaja temporalmente en cualquier oficio: mozos, limpiando casas, en los campos con las cosechas y hasta vendiendo artesanías.
“Cualquier cosa que salga la agarramos, porque es algo que nos da libertad, no se nos caen los anillos por hacer otras cosas y además hemos aprendido un montón acerca del trabajo rural , porque éramos bichos de ciudad. Hoy estamos viviendo en medio del campo al lado de búfalos, algo impensado”, agrega Natalia, que como contadora trabajó en distintas empresas privadas en Bahía Blanca y Córdoba, mientras que Diego lo hizo en una empresa relacionada con el cemento en Córdoba y en Comodoro Rivadavia.
“En México estuvimos seis meses y ahí vimos que el viaje nos empezaba a pesar un poco el tema económico. Y nos pusimos a vender pulseras y hacer un poco de macramé, aprendimos de otros viajeros a ver cómo se ganaban la vida y con eso comíamos, además también teníamos plata para la nafta. México es accesible para el viajero. En cuanto a lo económico y para hacer nuevos amigos”, continúa.
Su motorhome es canadiense (les costó 9.000 dólares que pudieron pagar gracias a sus ahorros y lo que sumaron en el camino) y tiene placa de British Columbia, es un modelo fabricado en ese país en el año 1986, fue el que los conectó con muchos canadienses veraneando en México.
Entre ellas con a una familia que pasaba todos los días por donde vendían productos para saludarlos y con quienes hicieron una linda amistad. “Conocimos muchísima gente que nos brindó ayuda y sus números de teléfonos por si necesitábamos algo en el camino. Hay muchos argentinos viajando así como nosotros”.
El rumbo lo deciden utilizando mapas y una aplicación en el teléfono que ayuda a elegir los destinos y lugares para dormir económicos o gratis. “Nos da la información donde parar a dormir tranquilos y seguros, es como una red de viajeros que van dejando referencias de los lugares donde han pasado una noche”, dicen.
Viajando por los EE.UU. llegaron hasta Canadá, a la ciudad de Wadena en la provincia de Saskatchewan, donde se reencontraron con la familia que habían conocido en México, la que siempre pasaba a saludarlos.
“Acá aprendimos un montón con ellos, la vida de campo, les dimos una mano con la cosecha y además es invalorable aprender el idioma viviendo el día a día, que siempre es un gran desafío para nosotros”, dice Natalia.
«Estamos súperbien en este país, pero sabemos que no nos vamos a quedar para siempre, porque nos gusta seguir viajando, movernos, vivir un rato en cada lugar, nos encanta la idea hacer las mochilas y viajar en motorhome, nos encanta la idea de tomarnos un avión para ir a la Argentina para ver a nuestras familias, nos gusta viajar en bicicleta, nos gusta la idea de hacer un viaje caminando, nos gusta sentirnos libres”, añade .
“No queremos volver a trabajar de lo que hicimos en nuestra tierra, queremos seguir viajando, ser nómades, estar un rato acá, otro rato allá. Nos estamos capacitando para trabajar online, lo que permitiría no tener una residencia fija en algún lugar”, afirma ella.
La pareja lleva un libro de viaje y un celular con memorias llenas de fotografías e información de cada metro recorrido y tienen como meta volcarlas en alguna plataforma digital para ayudar a otros que estén buscando cumplir un sueño similar al de ellos.
Para aquellos que ya quieren empezar a delinear un posible viaje la pareja ofrece sus contactos a través de Instagram @americaprofunda, donde encontrarán parte de la información y pueden consultarlos.
“Hemos recopilado información de nuestro camino y cualquiera que lo necesite estamos encantados de contarles nuestra experiencia. El mensaje a todos aquellos que tengan ganas de cumplir un sueño es que no existe un molde para vivir. Cada uno tiene el suyo y como le sale, es así como vamos armando el camino de la vida”, señala Natalia.Y agrega: “Nosotros ya no somos los mismos andariegos que salieron de Argentina, vamos cambiando, vamos creciendo, vamos aprendiendo en el camino, nos vamos acomodando a ver cosas que nos gustan, las que no. Esto es un estilo de vida, no es un viaje y no tenemos pensado parar.”
“Decidimos hacer esta vida de viajeros porque ninguno de los dos no éramos felices con la otra vida. Teníamos que buscar nuestro camino, el que se adaptara más a nuestras esencias, a nuestras almas. Ambos disfrutamos andar. Diego ama la fotografía de naturaleza y andar por diferentes lugares del mundo le permite apreciar especies en vivo y en directo, en su hábitat natural y libres, ese era uno de sus grandes sueños. Poder estar ahí cerca de lo que admira, la naturaleza. Yo amo moverme, por el solo hecho de hacerlo, sin más. Ver, oler, escuchar o caminar distinto a lo ya conocido, es una experiencia que amo tener”, dice Natalia.
“Esto recién empieza, tenemos mucho camino por recorrer, y no hablo solo de rutas. Aprender, es algo que decidimos que queremos tener en nuestra vida siempre. Moverte por diferentes lugares del mundo es una gran forma de aprender de todo un poco. Llevamos 3 años y media fuera del país, esperamos que el 2022 nos de la posibilidad de visitar a nuestras familias y poder recorrer un poquito más de nuestra Argentina.”
Natalia y Diego la mayor parte la pasaron en Canadá, aunque estuvieron en Argentina para visitar amigos, familia y renovar fuerzas en el 2020 y pasaron más de 8 meses en Bahía Blanca, hasta que pudieron regresar a Norteamérica con una visa de trabajo: habían dejado sus pertenencias para continuar viaje.
“Teníamos vuelo en abril del 2020 y la pandemia comenzó un mes antes. Fue complicado en Argentina, nos sentimos súper encerrados y atados de manos”, dicen. «Cuando regresamos a Canadá lo vivimos muy distinto, los niños nunca dejaron el colegio, usamos barbijo como todo el mundo, respetando la distancia social, pero también hay contradicciones en este país, por ejemplo para Navidad todavía había restricciones de que no podían juntarse más de 5 personas en una misma casa en familia, pero si íbamos todos a un restaurante, que estaban todos abiertos, si podías ir con la familia. Reglas un tanto extrañas. Estamos en un pueblo de 3.000 habitantes entonces la pandemia es mucho más tranquila y en julio dejamos las mascarillas, no ha habido muchos casos y la mayoría de la población acudió a vacunarse», agregan.
«El viaje a Vietnam fue alucinante, fuimos a un pueblito llamado Sapa donde conocimos algunas pobladores rurales del lugar y a una señora en la plaza con la que hicimos una excursión, nos llevó a caminar por los campos de arroz.
La mujer tenía unos 50 años, hablaba un perfecto inglés que había aprendido a través de trabajar con turistas, tarea que realiza para sostener a su familia.
“Luego de conocer la zona, fuimos a su casa donde comimos comida típica, brindamos y la pasamos hermoso con esa familia y la conexión con la gente. Fue una hermosa lección de vida para nosotros, porque sin recursos sacaron a su familia adelante. Fue una gran lección de humildad y sencillez, sin perder la alegría que también te las transmiten, ella jamás dejó de sonreír.”
Entre las varias anécdotas del viaje los jóvenes recordaron “una de las experiencias más locas fue cruzar la calle en Hanoi (Vietnam), es difícil explicarte el mundo de gente en moto que son esas calles. ¿Viste como lo ves en la tele?, así tal cual es, vienen todos una moto al lado de la otra una cosa increíble, no hay semáforos. ¿Entonces cómo haces para cruzar?. Nos agarramos de la mano y cruzas a paso firme sin detenerte ni dudar porque ellos son ellos los que te esquivan, todos te respetan, pero tenés que seguir el paso firme para que ellos vean y puedan ser predecibles para ellos. Ese día fue alucinante, fue genial, una linda experiencia.”
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