En el año 2008, Argentina aprobó la Ley de Registro Civil para que las parejas sean quienes decidan el orden de los apellidos que debían tener sus hijos. A este país se sumó Chile, en el mismo año; Uruguay en 2013, y México, en 2016, como ejemplos en la región.
En 2015, la iniciativa también encontró eco en Ecuador. El artículo 37 de la Ley Orgánica de Gestión de la Identidad y Datos Civiles estipulaba que “(...) el padre y la madre, de común acuerdo, podrán convenir cambiar el orden de los apellidos al momento de la inscripción. El orden de los apellidos que la pareja haya escogido para el primer hijo regirá para el resto de la descendencia de este vínculo”.
Entre 2015 y 2019, el Registro Civil de Ecuador recibió 1.175 solicitudes de cambio de orden de apellidos. De esa cifra, 1.066 (la mayor parte) correspondió a ciudadanos con edades inferiores al primer año de vida.
La provincia que tuvo mayores inscripciones de este tipo fue Pichincha, con un total de 341 personas. A esta le siguió Guayas, con 145, y Manabí, con 72. La iniciativa busca establecer igualdad ante la identidad personal.
Jan Coronel y Kelly Vargas son una de las parejas que decidió acceder a este derecho.
Para Kelly, en otros países la importancia del orden de apellidos es un tema intrascendente: “Los apellidos no son constitutivos del individuo, sino que se convierten en una reivindicación política. Para la madre, los cambios sociales requieren desafíos que están dispuestos a asumir”.
Jan explicó que su primer motivo fue emocional. En su vida hubo mujeres, su madre, abuela, tías, que conformaron un pilar en su crianza. Así decidió que cambiar el orden de los apellidos de su hijo. Ubicando primero al de su esposa, se configuraba en un acto simbólico “para que mi hijo sepa el legado que tiene atrás”.
Como pareja, confirmaron a Medios Públicos que la decisión fue fácil de tomar porque ya había sido un tema conversado y consensuado con anticipación. Sin embargo, la dificultad llegó en la ejecución de la decisión.
Como experiencia -comentó Kelly-, al llegar donde un notario para que emita la orden de salida del país de su hijo, el funcionario apeló a la decisión individual de la pareja. “Me empezó a increpar en lo que va a sufrir mi hijo, sin tener sustento y sin conocerme”.
Jan, al contrario, prefirió no confrontar el tema sino que le explicó (al notario) que era un acuerdo autónomo de pareja y que se trataba de un derecho civil establecido por norma. “La herencia que le quiero dejar a mi hijo es erradicar la visión machista. Quiero que mi hijo sea más libre”, enfatizó.
Para Kelly, es urgente deconstruir la lógica patriarcal en la sociedad y, para ello, resaltó que la mejor vía es “conquistando” a las personas que están a su alrededor para explicar la importancia histórica de las mujeres. “Creemos que nuestro hijo va a ganar capital argumentativo y lingüístico porque va a tener que explicar y confrontar y eso va a hacer que él mismo vaya repensándose como individuo y reconociendo su diferencia”, indicó.
Pero no solo eso; ambos decidieron apostar a redefinir el rol de colores, juguetes, juegos, etc., para la crianza de su vástago. Además, buscan educarlo en el respeto hacia la vida incluso no humana. “Desde pequeño le vamos mostrando que él es parte del mundo y no que el mundo está a su disposición”.
Dentro de la ampliación de derechos, para Kelly aún quedan desafíos por dar sobre todo a favor de la comunidad GLBTI, como por ejemplo en salud. Explicó que las personas trans tienen una esperanza de vida de 35 años, por lo que el Estado debería asumir planes obligatorios de salud que permitirían transformaciones estéticas que consoliden la autodefinición del sujeto. Además, resaltó que la educación es importante para liberar a la sociedad de la violencia.
En ello coincidió Jan, quien aclaró que la apuesta para erradicar la discriminación y la violencia es mediante la educación y el cambio de la mirada cultural, la formación y la participación política. “Todas las personas merecemos una vida digna”, dijo.
La toma de decisión individual es tan importante para Kelly y Jan que incluso se mostraron abiertos a que sea su hijo quien después decida si quiere mantener el orden de apellidos que acordaron sus padres o si, por el contrario, quisiera cambiarlo. (I)