La tercera sesión del juicio con jurado que se celebra esta semana en la Audiencia de Cádiz para determinar si el hombre acusado de asesinar a su cuñado en Paterna con una escopeta de caza tuvo o no intención de matarlo encaró este miércoles su recta final con la práctica de la prueba pericial y las conclusiones finales de la Fiscalía, la acusación particular y la defensa.
Durante el desarrollo de esta sesión, el perito que realizó la autopsia del cadáver confirmó que la víctima, Juan Colón, falleció tras recibir un disparo con una escopeta de perdigones, lo que le ocasionó importantes lesiones que dieron lugar a "una destrucción funcional" de órganos vitales, tales como el corazón y los pulmones.
Según el médico forense, a Juan Colón le extrajeron cinco perdigones alojados en la parte central del corazón y otros tantos incrustados en sendos pulmones. Esas heridas, subrayó, eran "incompatibles con la vida". Asimismo, habló de una "roseta de perdigones dispersos", de unos 50 centímetros de diámetro, situada en el flanco posterior izquierdo, lo cual le llevó a dictaminar que el disparo que recibió la víctima "no fue frontal, sino lateral, aunque en el mismo plano de sustentación". "El tiro no vino ni desde arriba ni desde abajo", recalcó.
Tras estudiar la dispersión de los perdigones en el cadáver, el perito barajó la posibilidad de que el disparo que acabó con la vida de Juan Colón se produjese "a larga distancia", entendiendo como tal una longitud "a partir de metro y medio". "Desde el punto de vista médico forense, un metro y medio ya se considera larga distancia", insistió.
El experto ofreció estos datos al jurado de forma muy gráfica y pedagógica para su mejor entendimiento. Así, los miembros del tribunal popular prestaron mucha atención a sus explicaciones, no tanto el acusado, que en todo momento mantuvo la mirada clavada en el suelo mientras en un televisor se visionaban las imágenes del informe de la autopsia.
A la tercera sesión de la vista oral también acudió la especialista que elaboró el parte de lesiones del sobrino del acusado, quien supuestamente también fue atacado por su tío con el mismo arma el día que falleció su padre. Aunque al principio de su intervención albergó dudas, la forense concluyó que el sobrino del procesado recibió dos disparos y no uno, tal y como evidenciaban sus heridas.
El sobrino del encausado, precisó, tenía varios perdigones alojados en la parte baja del pulmón, lo que le provocó un pequeño neumotórax. "Un neumotórax se produce cuando el aire sale del pulmón a la cavidad torácica. Puede ocasionar la muerte, pero en este caso no ocurrió así porque el herido recibió asistencia médica rápida", argumentó.
La perito indicó igualmente que el sobrino del acusado sufrió otros impactos de perdigones en distintas zonas del cuerpo (muslos, glúteos, brazos, cuero cabelludo) así como un trastorno ansioso depresivo a raíz del suceso vivido. "Aún hoy le persisten secuelas, tanto psíquicas como físicas", aseveró.
Por último, todas las partes personadas en este procedimiento elevaron a definitivas sus conclusiones. La Fiscalía mantuvo su petición de 26 años de cárcel para el acusado como autor responsable de un delito de asesinato y un delito de intento de homicidio con abuso de superioridad. La acusación particular, ejercida por la familia de las víctimas, modificó su escrito inicial y planteó la condena para el procesado como autor de un delito de asesinato y dos delitos de intento de asesinato con alevosía, una agravante que añadió en el último momento y que, sin embargo, no supuso un cambio en su petición primera de cárcel, 44 años en total. La defensa, como ya hiciera en la primera sesión del juicio, recordó que el encausado no ha negado en ningún momento la autoría de los disparos pero sí la intención de matar con ellos a sus familiares. Por eso interesó una condena por un delito de homicidio y otro de lesiones en los que se contemple la atenuante del arrebato.
El tribunal popular recibirá el objeto del veredicto el próximo viernes. Será entonces cuando comience la deliberación que concluya si el acusado, en prisión preventiva desde hace casi cuatro años, es culpable o inocente.