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Lo que se dijo sobre el embarazo de Fabiola Yañez

El embarazo de Fabiola Yañez, “la primera dama”, provocó todo tipo de habladurías, tierra revuelta en donde hijxs sin matrimonio firmado, chistes sobre paternidad e infidelidad, la familia tradicional como modelo, la pregunta binaria acerca del sexo y la sexualidad femenina como reproductiva se vuelven el corazón de la noticia.

Cabría, sin embargo, no pasar por alto la terminología que encasilla desde hace más o menos 170 años a las parejas de los presidentes varones. Una de las versiones es made in USA de la mano de Martha Dandrige Custis, una joven veinteañera que enviudó con una acaudalada herencia de su difunto marido.

A los 26 años, Martha se casó con George Washington, el mismo de los billetes de 1 dólar. El término comenzó a utilizarse muchos años después de su muerte, pero “Lady Washington” es considerada, según esta versión, la primera dama de la historia. Un rol que debiera abolirse: arcaico, de léxico aristocrático y clasista que se volvió costumbre y parte del llamado “protocolo y ceremonial” de los modelos presidencialistas sin ningún tipo de marco legal.

Tal es así, que quien quiera renunciar al protocolo, solo puede enunciarlo. No hay nada que firmar ni que sellar. Una de las que en la historia reciente renunciaron al rol de “primera dama” fue Beatriz Gutiérrez Müller durante el mandato de López Obrador en México. La otra, Cristina Fernández, antes de ser dos veces presidenta, y cumpliendo su mandato como senadora durante el gobierno de Néstor Kirchner, lo de primera dama no le entraba por ningún lado.

No cabe dudas que el titular de los embarazos rankea alto, más en el seno del gobierno de turno. Pero lo de la instrumentalización del embarazo o de la familia es histórico: mejora o empeora la imagen presidencial, atrae la opinión pública y dispara declaraciones como la de Beatriz Sarlo que pide que “ese bebé nazca en silencio” y asegura que “cuando se aproxime el parto y se vea más la panza, la gente comenzará a estremecerse y ablandarse”. La maternidad no tiene razón de ser silenciosa, los partos respetados dan cuenta de ello, y tampoco tiene porque estar lejos de los imaginarios de poder para ser un recurso que sensibilice el pueblo.

Lo que se dijo sobre el embarazo de Fabiola Yañez

Pero más allá de la pulseada por si mejora o no la imagen presidencial, hay un cruce entre las aguas en las que navega esta terminología de modelo de mujer, predispuesta a la ayuda, acompañante de marido y persona a cargo de los cuidados de la familia -encarnada en el último gobierno de Macri por Juliana Awada- y los debates que pone en juego el embarazo.

Algo que no es muy común en parejas presidenciales, pero sí es frecuente que tomen un relieve distinto desde la perspectiva de maternidad o paternidad. Un caso relevante es el de la actual primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Arden, quien comenzó su mandato en octubre de 2017 y parió en junio del año siguiente.

Las preguntas sobre su maternidad salieron mucho antes de su triunfo electoral cuando un periodista neozelandés le preguntó sobre su deseo de maternar: “Nueva Zelanda tiene derecho a saber si su primer ministro va a tomarse baja por maternidad”, le dijo el periodista. ¿Alguien le haría esa pregunta a un precandidato varón? Arden en aquel momento respondió: “Es totalmente inaceptable en 2017 decir que las mujeres tienen que responder a esa pregunta en su lugar de trabajo. La decisión de una mujer sobre cuándo quiere tener hijos no debería predeterminar si se les ofrece o no un trabajo”. Segunda década del siglo XXI y Arden da cuenta de que para que te contraten seguís amarrada a la edad y a las posibilidades de tu rendimiento en el caso de que elijas el camino de la maternidad. Incluso si el trabajo es ser presidenta.

Para los varones la vara viene siendo distinta: a principios de este siglo, Cherie Booth paría al hijo de Tony Blair en pleno mandato y discusión sobre la ley de licencia por paternidad, a la que en ese momento el congreso inglés había rechazado. El entonces primer ministro, se tomó una semana para cuidar a su hijo como gesto político y fue celebrado como “el ejemplo de papá”.

“El término dama”, dice Dora Barrancos, “tiene una semiología rancia, las feministas hemos dicho muchos sobre esa trampa compensatoria, la que llamamos “la trampa del patriarcado”, refiriéndose a la terminología de “primera dama” sobre la que la historiadora ha pensado mucho como estrategia para tratar de suavizar y de compensar desigualdades históricas entre hombres y mujeres (igual que, según Sarlo, el embarazo ablanda al pueblo). Si de trampas hablamos, el embarazo, cuando involucra a quien tiene encomendada la gestión de un país, desde la perspectiva de la maternidad o paternidad/ primera dama o presidente, puede ser bien diferente. En principio, frente a la trampa, las mujeres son las primeras en correr con desventaja.

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